miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Y para qué sirve el PARLACEN?


El geek político

Resuena en los medios el desprecio al Parlamento Centroamericano por parte del ejecutivo actual de Panamá. Éste alega que, entre otras cosas, enviar un representante para allá es un desperdicio de recursos públicos; del otro lado de la discusión se habla de un atentado a la integración centroamericana. (Y en otros lados se habla de venganza contra cierto familiar de cierto ex dictador…)

Como suele suceder en política cuando dos grupos de poder toman posiciones opuestas, los afectados, que son mayoría, quedan en el medio, como se puede apreciar en una Campana de Gauss.


La ignorancia genera reacciones ignorantes; y dentro de ese rango cubierto por el bulto de la campana, se ubican reacciones de tres clases:

1) Denostar del Parlamento Centroamericano a priori, basados en el supuesto que la actividad parlamentaria no genera resultados tangibles,

2) Apoyar gratuitamente la idea de la integración venga como venga, basados quizás en razones más sentimentales que científicas, y…

3) Desconocer completamente el asunto y dejárselo a los políticos o a los medios.

El enemigo no es el que está en el otro extremo; el enemigo es la ignorancia. Agarra a tres personas al azar y pregúntales qué es el Parlamento Centroamericano y para qué “sirve”. Apuesto a que la mayoría dirá algo que tiene que ver con los políticos y periódicos.

Hace años, en una función cultural, conocí a un caballero, ingeniero de profesión, que en aquel momento ocupaba un puesto en el Parlamento Latinoamericano. La conversación giró en torno al hecho de que él, siendo ingeniero, había sido elegido para ese puesto. Fue mi primer y único contacto con al institución. Todo lo demás era un párrafo en el texto de Historia, y dos líneas del resultado de las elecciones. Y aún sigo ignorante de la labor que realizan organismos como éstos, a diferencia del Parlamento Europeo.

Hel hubiera podido haberle dicho que, al fin y al cabo, las virtudes “menores” son las únicas que importan. Se puede confiar más en la cortesía que en las virtudes lacrimosas de la compasión, la caridad y la sinceridad; el juego limpio es más importante que la noción de justicia. Las virtudes mayores muestran tendencia a desintegrarse bajo las presiones de la racionalización conveniente. Pero las buenas maneras son buenas maneras, y siguen inmutables en la tempestad de las circunstancias.

Trevanian, Shibumi.

Perseguir (y aprehender) el sueño de la integración es, digamos, una virtud mayor. Y por ende vulnerable a la racionalización destructiva. Entonces, empecemos por esas “virtudes menores”, esos pequeños detalles que, como los mosquitos comunes, fastidian pero no enferman. Como por ejemplo, las regulaciones publicitarias. ¿Por qué no llegar a un acuerdo y unificar esas regulaciones? Los puntos compartidos son más grandes y frecuentes que las diferencias.

No les estoy pidiendo un Mercado Común de buenas a primeras. En Resumen, la función más tangible y productiva de un cuerpo legislativo regional es encontrar y adaptar Buenas Prácticas comunes en el ámbito regional. Ahí está, ya lo dije.

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